Lo hicieron el pasado día 21 el presidente y el vicepresidente del Partido Democrático Liberal y al día siguiente, 54 afiliados al "Encuentro de diputados para visitar juntos el santuario Yasukuni".

Estas visitas causan más consternación si se toma en cuenta que se llevaron a cabo cuando Japón sufre la crisis nuclear proveniente del gran terremoto y subsiguiente tsunami del pasado 11 de marzo.

El mundo está alarmado ante ese acto militarista que se cometió sin falta pese a tal estado de emergencia.

En el santuario Yasukuni están conservadas las tablillas funerarias de Tojo, cabecilla de militaristas japoneses, y de otros criminales de guerra de pésima calaña que cometieron atrocidades de toda índole invadiendo y saqueando a los países asiáticos durante la segunda guerra mundial. Por eso, constituye el símbolo de militarismo y objeto de condena y odio de los pueblos asiáticos.

Es invariable el objetivo de los reaccionarios japoneses de tomarlo como pilar ideo-espiritual del militarismo y justificar y reproducir la historia de agresión ensangrentada de sus antecesores.

A través de la visita al santuario Yasukini, elogian a los criminales de guerra e infunden en la población japonesa la disposición de defender la historia de agresiones, lejos de la culpabilidad, con el fin de militarizar la sociedad japonesa, crear el ambiente social favorable a la nueva agresión, y a la larga, lanzar a las nuevas generaciones armadas con idea militarista y otros habitantes japoneses a la agresión a ultramar cuando llegue el tiempo.

Es natural que la sociedad internacional aumentara su vigilancia ante la conducta tan aventurera de reaccionarios japoneses.

La nueva agresión llevará a Japón a la autodestrucción.

Los reaccionarios japoneses deben dejar de cometer sus locuras militaristas sin olvidar la amarga lección que les enseñó su derrota en la Segunda Guerra Mundial.